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Articulaciones en torno de la adicción al juego de azar
Lacan Digital-Revista Virtual- marzo 2015

 

Por: Mariela Coletti


Voy a decir algunas palabras sobre una patología que, si bien no es tan frecuente, puede ser muy grave para quien la sufre, y su entorno.
Me refiero a la ludopatía, adicción al juego o juego compulsivo.
El juego de azar y las apuestas son antiquísimos (hay rastros de dados encontrados en tumbas egipcias del 2000 AC), pero la llamada ludopatía aparece en el DSM IV  recién en 1980. 
Primero se la agrupó como Trastorno en el control de los impulsos, y en el DSMV  aparece como Trastorno adictivo, no relacionado con sustancias.

Tanto Ph. Pinel (1801)  como Esquirol (1814)  estudiaron la melancolía y la manía. 

Este último acuñó un concepto, el de monomanía, que fue muy importante en la reformulación teórica y metodológica de las enfermedades mentales, así como en la conceptualización de la actividad mental normal. 
Su particularidad es que se trata conductas muy impulsivas que pueden estar presentes en una persona que no tenga sus facultades mentales alteradas. La manía del juego es una de ellas.

El empuje al consumo contemporáneo crea nuevas formas sintomáticas, especialmente adictivas, con y sin sustancia. 

Se constata a nivel mundial un aumento de esta patología desde que creció la oferta de bingos, casinos y apuestas online.

Desde el psicoanálisis insistimos en que no es el objeto el que produce adicción, sino la relación tóxica que se establece con un objeto, que puede ser cualquiera. Es dicha relación tóxica con algo (droga, alcohol, fármaco, comida) o con una acción (comprar, jugar, trabajar) lo que designa lo adictivo.

Dentro del mundo del entretenimiento del juego de azar, el más buscado, consumido y rentable es la maquinita tragamonedas.

Barata, fácil de usar, hipnotizante, cuya pantalla de colores y ruiditos promete un jackpot, entró en la vida de las ciudades de casi todo el mundo como una diversión inofensiva y banal.

Sin embargo, allí se pueden presentar las más sólidas adicciones, las hemorragias de tiempo y dinero más impensables, escondidas y graves.

Freud señalo en su texto “Dostoievski y el parricidio”  que un jugador compulsivo tiene una relación masturbatoria con ese objeto. En su manuscrito K   y luego en la carta 79   dirá que toda adicción es sustituta de la primera gran adicción humana: el onanismo.

Dostoievski dice en su libro “El jugador”  que a él le interesaba “...el juego por el juego mismo” despegado de la cuestión material del ganar o perder.
Dice un paciente: “Llegué y gané mucho enseguida. Podría haberme ido con ganancia, pero yo quería jugar. Así que me quedé y al final lo perdí todo”

Freud además señala dos cuestiones: “Dostoievski no paraba hasta perderlo todo”. “La producción literaria nunca marchaba mejor que después de haberlo perdido todo”

La función del perder es central en la adicción al juego.
Reviste importancia el hecho de des-hacerse de los bienes, lo que puede incluir la familia, el trabajo, incluso la vida, en un extremo. Se vuelve necesario liquidar, sacarse algo de encima.

Esta función de vaciado es una condición en la creatividad de Dostoievski, que Freud lo relaciona con la auto punición, castigo que aliviaba el peso del superyó y lo desinhibía para escribir.
Pero en la mayoría de los ludópatas ese vaciado no conduce a la creación, sino sólo a la ruina.

En los jugadores es notable su dificultad para ganar, tener, usar y administrar el dinero.

Dice un paciente: “Si tengo, no me alcanza, lo que tengo es insuficiente. Me abruma el peso de las deudas. Si no tengo nada, ese problema no lo siento, porque no puedo pagar nada. Creo que prefiero no tener nada.”
Problemática fálica donde la dimensión del tener/no tener es evitada con la liquidación de la propiedad. ¿Qué hacer con lo que tiene? 

Además, plantea una relación con la nada. Es preferir la nada, antes que encarar el pago parcial de las deudas.

Detrás de la acción de liquidarlo todo, además de la culpa y los reproches, surge en ocasiones una fantasía, la del Ave Fénix: renacer de las cenizas, pero no por una desgracia sufrida sino por echarlo todo a perder. Es como negar la muerte, en la medida en que se pierde todo, se encuentra con la exigencia de seguir viviendo, postergando imaginariamente el final, creyendo que nace de nuevo.

Al Pacino, en una película llamada “Dos por el dinero” encarna a un jugador que dirige una casa de apuestas deportivas. En una escena dice – “Nosotros no jugamos para ganar, tampoco para perder. Jugamos para sentir que estamos vivos, en ese momento límite en que podemos perderlo todo, sentimos que estamos vivos”.

El goce de jugar, esta indiscutiblemente asociado a la posibilidad de perder. 
La vitalidad intensa, la sensación de adrenalina de ese instante es incomparable y queda fijado al acto de arriesgar en la apuesta.
La vida, la muerte y la satisfacción son temas centrales en la ludopatía, aunque no sólo en esta patología, por supuesto.

Un detalle se repite en la clínica con jugadores: la dificultad para elaborar simbólicamente una pérdida.

Es posible situar duelos congelados, negados, no iniciados. La tramitación de las pérdidas se obstruye, y se repite compulsivamente una acción, que deriva en pérdida (económica y afectiva) pero que es infructuosa en su inscripción psíquica.

¿Qué es lo que el jugador busca perder, pero no logra, ni tampoco inscribirlo como perdido?

Un adicto suele presentar un rechazo a perder y especialmente a pagar.
En sus triquiñuelas, manejos y mentiras busca no tener que pagar, y se defiende de tener que perder algo.

¿En qué momento un jugador puede dejar de jugar, porque ya no siente ese impulso? 

En la clínica con jugadores escucho que no es porque se controle o se prohíba, sino cuando dolorosamente admite que ha perdido. Y ese detenimiento muchas veces es parcial, o temporal. 

Para alcanzar esa dimensión tendría que atravesar lo que en psicoanálisis llamamos castración.

Pero en ocasiones hay un brusco detenimiento, que el jugador no puede explicar.

“Lo que se ha señalado menos, sin duda, es que Dostoievski que parecía incurable, dejó bruscamente de jugar en el momento en que se pone a escribir Los poseídos (Los Demonios).” 

El problema es que el adicto al juego vive como navegando en un río cuyas dos orillas, la represión y la desmentida, el síntoma y el fetiche, le permiten, o reprimir, o desmentir la castración. Encuentro en el jugador síntomas que son retornos de lo reprimido y otros efectos de una desmentida.

Lacan habla del juego en el seminario 12  indicando que lo esencial es que todo juego tiene su regla. 

Freud también comparaba el análisis con el juego de ajedrez.
Y agrega: “En el juego se trata de un cálculo, de un cálculo de la esperanza”.

En el jugador compulsivo, la esperanza es lo último que se pierde. Es un creyente esperanzado, que esconde su religiosidad. Aparenta ser escéptico, no cree en los psicólogos, ni en la palabra, y se proclama inocente de sus desgracias, a pesar de la culpa por haber perdido todo. Mañana puede ser su día de suerte. 

Dice un paciente “Mí problema no es que juego, sino que permanezco”
Es un sujeto que espera su día de suerte/muerte, mientras la vida le pasa por adelante.

La máquina tragamonedas y la ruleta mantienen una promesa de goce estable. Siempre existe la opción de ganar en la próxima jugada. No hay engaño, ni reclamos. Es una pareja con la que las reglas son claras y uniformes. El sujeto siempre es el mismo, el Otro también. Es muy diferente a las relaciones humanas.

Dice un paciente: “¿Cuándo me retiro del casino? Yo no decido, es la cifra la que decide”

El jugador busca su destino en esos números, busca que la ley del azar le responda acerca de sí. Dice Lacan: “Pues la pasión del jugador no es otra sino esa pregunta dirigida al significante, figurada en el automaton del azar: ¿Qué eres, figura del dado, que hago girar en tu encuentro (Tyché) con mi fortuna? Nada, sino esa presencia de la muerte que hace de la vida humana ese emplazamiento conseguido mañana a mañana en nombre de las significaciones de las que tu signo es el cayado. Así hizo Sherezade durante mil y una noches...”  

La pregunta es lanzada al Otro del azar que es completo e inapelable, como las cartas del Tarot. ¿Que soy? ¿Un ganador o un perdedor?, parece preguntarse.

El jugador además hace un cálculo de su desaparición subjetiva.
Dice “Pensé en ir a desaparecerme unas horas allí, no contestar llamados, que nadie me encuentre. Adentro no pienso ni me angustio”. Se escabulle de su vida, de sus compromisos, y de sus placeres. Y si lo que se juega es, en el extremo de la desesperación, la vida o la muerte, puede salir mal y decidir quitarse la vida.

Dice Lacan “La apuesta es, de algún modo, lo que enmascara el riesgo. Nada, al fin de cuentas es más contrario al riesgo que el juego. Ella encapucha el riesgo.” 

Cuando hablamos de riesgo en psicoanálisis nos referimos a aquél que un sujeto siente al momento de tomar decisiones en su vida, que involucran un monto de angustia e incertidumbre. Iniciar un análisis puede representar ese riesgo, ya que es una experiencia de hablar y saber acerca de las propias determinaciones. 

El análisis requiere una decisión, porque allí hay una verdad de cada uno que se juega, que conmueve y toca el ser. El jugador es generalmente alguien que nunca consultó, porque se trató a sí mismo sus angustias, mediante esa solución fallida que es el juego.

Es un consultante, no un analizante. Hay que ver en cada caso si podrá acceder a la invitación del analista.  Entonces, si bien se trata de ubicar en cada caso esa fijeza pulsional, aquello que se resiste a ser nombrado, tenemos también en los jugadores una particular relación al análisis y a las apuestas.

Apostar a interrogarse, disponerse a pagar (con dinero y tiempo) indagar cuál cree que es su problema, su destino, implica ya una pérdida: el Otro no sabe todo de él, no le facilita ni le entorpece la vida.

No estamos, frente a un ludópata, en el lugar del saber supuesto, ni en el lugar del amo, ni del oráculo, pero podemos invitarlo a jugar este nuevo juego, que pueda escuchar sus deseos, sus preguntas, respetar sus síntomas y angustias, para elucidar una posición subjetiva y enterarse de qué es lo que lo gobierna. Si quiere y puede tomar ese riesgo.

 

Bibliografía consultada
Freud S “El malestar en la cultura” 1930, OC Tomo XXI Amorrortu
Freud S “Duelo y melancolía” 1917, OC Tomo XIV
Lacan J “El seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.” 1963 Ed Paidós. Bs.As.
Lacan J “El seminario. Los problemas cruciales del psicoanálisis” Libro 12, Inédito.
Lacan J “El seminario. De un Otro al otro” Libro 16. 2008. Ed Paidós Bs.As.
¿Blanca, ¿D y Coletti, M “La adicción al juego ...No va más?” 2006. Ed Lugar. Bs.As.
Blanca, D, Croce, M y Petri, S (comp.) “Tratado sobre juego patológico”. 2012. Ed Lugar. Bs.As.
Breglia, A y Coletti, M. “El juego patológico y sus efectos en la subjetividad” 2010. Curso virtual Comunidad Russell.
Lecoeur Bernard “El hombre ebrio” Estudios sobre toxicomanías y alcoholismo. 2014. Editorial UNSAM. Bs.As.
Naparstek F y cols “Introducción a la clínica co toxicomanías y alcoholismo.2005. Grama editores. Bs.As.
Sinatra E, Sillitti, D y Tarrab, M (comp.) “Sujeto, goce y modernidad I, II, III.” 1994. Ed. Atuel. Bs.As

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