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Ludopatía: del juego a la adicción. Trabajo presentado en el Congreso Mundial de Salud Mental

Congreso argentino de salud mental Buenos Aires 2019

Abordajes inclusivos en salud mental. Clínica, comunidad y derechos

AASM-WFMH

Ludopatía: del juego a la adicción

Luz Mariela Coletti

Es frecuente escuchar en las personas que padecen una adicción al juego decir que no advirtieron el pasaje entre lo lúdico y lo ludopático. Que fue gradual, que comenzó inocentemente como un entretenimiento. Que durante largo tiempo fue lúdico y en un momento se volvió compulsivo y desenfrenado.

¿Como entender ese itinerario? ¿Se trata de un pasaje, una transformación, o es una irrupción?

Desde lo descriptivo y los manuales de psiquiatría lo cuantifican, es fácil definir los extremos, el juego social y el juego ludopático se diferencian como fenómenos. Se recurre a las cantidades, de tiempo, de dinero, de conductas descontroladas, de ocultamientos.

Pero hay una zona gris, que permanece inexplorada e incomprensible para el mismo sujeto. ¿Como pasó de una cosa a la otra? ¿Y qué lo llevó a eso? ¿Fue un impulso, fue un apasionamiento, fue un pensamiento, fue una angustia? ¿El sujeto dejó de jugar o pasó a jugar a otra cosa?

Desde el psicoanálisis aplicado a las ludopatías, constatamos que es posible conmover ese goce pulsional, ese desenfreno, trabajando con la interpretación y la transferencia.

Muchos ejemplos muestran que es un fenómeno posible de ser sintomatizado, y que se presenta como respuesta a impasses subjetivos, angustias, vacíos, duelos, etc.

Nos preguntamos ¿Como actúan las palabras en la articulación con la pulsión en este fenómeno en particular?

No nos referimos sólo al juego de azar y apuestas, hablamos de los juegos. Porque si bien la ludopatía se circunscribe a las apuestas con dinero, encontramos en los juegos de pantalla, y cada vez más en los niños, similares características, de descarga maníaca y desenfreno.

La idea que queremos explorar es que, en el corazón mismo del juego lúdico solitario, de pérdida y recuperación, el sujeto se topa con un real de sí, que no logra simbolizar.

Investigando el tema nos gustaría situar dos referencias del psicoanálisis que iluminan la cuestión.

Partimos de la estructura del juego que describe Freud en el famoso Fort-da[1], donde hace una interesante observación del niño que juega solo con un carretel, en la escena donde la madre se va. Su lengua es rudimentaria pero ya hace un uso de ella.

Durante esa ausencia, que provoca una división subjetiva en el niño, inventa un juego, tal vez el primero en la infancia, el de la ausencia y la presencia.

Freud señala esa acción repetitiva del niño, como un ejemplo de su tesis: estamos gobernados por la compulsión de repetición, empuje de la pulsión de muerte.

El niño reitera una acción que en sí misma evoca algo no placentero: la ausencia de su madre. Ese espacio vacío, que lo angustia, es el lugar donde nace, por un lado, la conjunción entre una palabra (Fort) y el cuerpo, y por otro señala un más allá del placer, de donde el niño extrae un goce, y un juego.

En el juego del Fort-da lo que predomina es la separación, el arrojo del carretel, más que su recuperación. Señalamos que este juego es solitario.

Lacan en el seminario 11[2] relee el Fort-da freudiano. Hace hincapié en que el juego repetitivo 'exige lo nuevo' El niño insiste en una repetición para hallar eso que no logra inscribirse, es la dimensión del trauma.

Lo que no consigue inscripción, se itera. Si se puede inscribir, se puede dar vuelta la hoja: hay similitud entre la actividad lúdica y el trabajo del duelo.

Encontramos analogías con el juego de azar, allí también se arrojan los dados, se arroja una apuesta sobre el paño, se lanza algo a la suerte.

El filósofo Huizinga en su libro Homo Ludens[3] establece parentescos entre el derecho, la toma de decisiones y lo lúdico, refiriéndose a los griegos quienes aproximaban la administración de justicia a la suerte, subrayando lo que hay de azaroso en todo acto.

Cuando nos referimos a un acto subjetivo, una decisión difícil, decimos 'un acto de arrojo'

Precisamente esta relación entre lo lúdico, el acto, el arrojo y la dimensión del azar es una encrucijada en los jugadores compulsivos.

La hipótesis que planteamos es que un jugador compulsivo cree que, arrojándose a su suerte, incluso él mismo, apostándolo todo, va a lograr separarse de eso que lo atormenta, y recuperar un goce pleno, sin pasar por las fisuras de la vida del neurótico, sin tener que saber ni lidiar con su castración.

Se diferencia del niño, que, jugando con su carretel, transita ese pasaje de angustias, de la mano de su pequeño objeto, animándose a perder a su madre y pega un salto, pasando a otra escena. De hecho, los niños dejan de jugar y según Freud[4], el adulto no juega, pero fantasea, crea, se vuelve un inventor.

El jugador-apostador nos muestra que 'no se la juega' no logra inventarse una salida mejor, y sigue jugando, solo, iterando, sin hallar otra salida.

La experiencia ludopática empuja al sujeto a repetir las jugadas y lo envuelve en un circuito de pérdidas y recuperaciones cada vez más agudas.

El mismo sujeto en ocasiones desaparece, incluso estando en tratamiento, es un paciente escurridizo a quien el analista tiene que ir a buscar, llamarlo, hacerlo venir. El hilo transferencial se corta y debe ser sostenido para poder trabajar.

También en el imaginario popular se habla del jugador empedernido, aludiendo a que no renuncia a su práctica y al jugador perdido, el irrecuperable.

En la ludopatía se localiza la desesperación que sufre el sujeto en contacto con un vacío. En su experiencia con eso que le falta (dinero, afecto, trabajo, soluciones) el encuentro con la ilusión de la ganancia lo alivia.

La función se revela eficaz en un sentido: si perdió mucho dinero jugando, jugando lo puede volver a tener. Hay un vaciado, un cálculo de llenado y un nuevo vaciado.

Pero éste no es vacío mediador, como en el juego del niño, no le permite transformaciones.

Es un vacío devastador, angustia que lo precipita en ocasiones a ideas de muerte, fantasea con una solución final: desaparecer. El juego compulsivo puede ser pensado como un modo fallido de hacer algo con la pérdida.

La otra referencia que disponemos es la de Lacan en su Seminario sobre La carta robada 'la pasión del jugador no es otra que una pregunta dirigida al significante, figurada en el automaton del azar. ¿Qué eres, figura del dado, cual es el signo de mi destino?'[5]

'La pasión del jugador no es el dinero, esa es la pasión del avaro, sino el descubrimiento del saber insondable del azar, esa regularidad caprichosa de los números cuya legalidad la conoce solo el Otro, que el jugador supone que existe'[6]

En todo caso es un calculador que busca descifrar lo indescifrable: el azar.

Podemos calcular casi todos nuestros movimientos, ser lo más predecibles, anticipatorios, prevenidos, como le ocurre al obsesivo o al fóbico: no quieren sorpresas. Pero no podemos evitar las contingencias, de la vida, la muerte y la pulsión.

Por eso es común de escuchar: 'yo tengo un sistema para ganar, pero fallo. Tendré que leer mejor las reglas y seguir el sistema' No puede creer que haya un componente azaroso. Incalculable.

La falla no está en el Otro, está en él, que no apostó correctamente, que no se retiró a tiempo. Pero no importa, el juego siempre le da revancha. Y apuesta a un goce total: nada de medias tintas en la escala de la satisfacción: 'Pagaré todas mis deudas y seré libre, pagar una parte no me sirve' exclama. Cree en un reencuentro con un goce pleno. Señalamos que en este juego hay dos: el jugador y su Otro, el azar.

No es casualidad que, en la mayoría de los casos, la insistencia, la fijeza de la acción de apostar se produzca después de una experiencia de ganancia. Emoción sin igual, que conjuga el número, la apuesta y el cuerpo.

Sabemos que nadie renuncia a un goce porque le produzca daño….en todo caso como analistas nos toca el trabajo de elucidar esas condiciones, y esa respuesta subjetiva a lo que no hay.

De acuerdo a lo que plantea Lacan podemos entender que frente al 'No hay' certezas del destino, 'No hay' soluciones mágicas al malestar, 'No hay' Otro pleno, depositario de un saber absoluto, un jugador CREE. Interroga al Otro del azar, pero no a su propio Otro que es el saber del inconciente que lo habita y lo condiciona.

Ese es el camino propuesto del análisis, no siempre aceptado por los consultantes, quienes buscan a veces seguir apostando al Otro del control familiar, del fármaco que los calme, de la psiquiatría y las terapias comportamentales que le indiquen como vivir.

Lo invitamos a transitar el juego del salto, y animarse como el niño, a buscar una salida, tal vez lúdica, pero dentro del juego de la transferencia. Pasaremos a encarnar ese Otro, para jugar el juego que le permita pasar de una iteración que lo fija, a una repetición en transferencia, para hallar otras salidas. Es un acto de arrojo, como todo análisis, pero no deja de ser una experiencia de juego.

 

[1] Freud, S. Mas allá del principio de placer (1920). OC Tomo XXAmorrortu editores. BsAs

[2] Lacan J. El seminario Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. 1988, Paidos. BsAs

[3] Huizinga, J. Homo Ludens (1939) Alianza editorial, Madrid España.

[4] Freud, S. El creador literario y el fantaseo (1907). OC Tomo IX Amorrortu Editores. BsAs

[5] Lacan J. Escritos El seminario sobre la carta robada. 1988 Siglo XXI. BsAs

[6] Lopez Hector. El jugador ante el Otro, 'El azar y los duendes traviesos del inconciente', de Herbert Silberer. 2015, Editorial Lazos, BsAs

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